12 de octubre de 2017

El filo de la navaja

Esta novela adquiere el temible esquema de las películas destinadas a las sobremesas de los domingos. Gracias a la indicación previa de contar una historia basada en hechos reales, pero que por los motivos que sean, hay que sustituir nombres y lugares por otros ficticios, no sea que alguien se vea mezquinamente representado. Supuestamente ahí es donde reside la salsa del asunto, exponer hechos verídicos que por su relativa importancia, sirven de base para edificar el argumento del autor, y que las palabras sean dignas de llevarse a la imprenta. Sin embargo, hay una notable excepción entre la novela de W Somerset Maugham, frente a las producciones televisivas citadas al inicio. Reconozco que era un símil facilon, básicamente para situar al lector los parámetros desde los cuales parte El filo de la navaja. El mismo escritor avisa, en las primeras frases, de una historia que le ha tocado vivir tan cerca, que él mismo forma parte del reparto, adquiriendo la voz cantante e interactuando con el resto de personajes a lo largo de la década de los años 20 del siglo pasado, y estirarla más allá de los posteriores coletazos del conocido crack de 1929.

Una vela al santo
Aparte del propio Maugham, el protagonismo se reparte entre Larry e Isabel, dos jóvenes americanos y comprometidos casi desde la infancia. El joven Larry destaca por haber sido aviador en la I Guerra Mundial. Este hecho bélico trastoca algo la mentalidad del muchacho, quien decide explorar nuevos horizontes relacionados con el sentido de la vida del hombre. Una especie de búsqueda espiritual que choca frontalmente con el práctico mundo de su novia Isabel. Más cercano al famoso deambular del llamado sueño americano, y cuyo éxito anda relacionado con la cantidad de dinero que pueda acumularse para su disfrute. Ante tal base, es inevitable descubrir los pormenores de una relación que expone conceptos totalmente distintos a la hora de afrontar el maravilloso recorrido que es la vida. Y para descubrir tales placeres, nada mejor que el traslado de la acción a la capital francesa: París, y de rebote, Europa frente al supuesto triunfalismo de América. Debido a diversos avatares, la mayoría de personajes terminan pasando buena parte de su tiempo en París, con el lógico recorrido hacia otros lugares de singular importancia para el avance de la novela. En esos trayectos de idas y venidas, se manifiesta en la joven pareja las distantes convicciones que ambas representan. Dos formas de ver el mundo con sus correspondientes secundarios por ambos lados. 

Maugham representa un puente entre la joven pareja, a decir verdad cumple un papel intermedio, de espectador de los acontecimientos pero con relación directa sobre los personajes. Eso si, se cuida bastante de posicionarse sobre cual postura es la correcta. Obviamente comparte el modo de ver de Isabel, pero no puede tampoco esquivar cierta simpatía por los derroteros que toma el joven Larry. Él es escritor y su trabajo anda relacionado con el éxito que le proporcionan sus obras, en unos tiempos, que le permite disfrutar de una holgada economía, de la cual disfruta con una de sus peculiares amistades de la alta sociedad parisina: un notable personaje para la lectura de la obra y emparentado familiarmente con Isabel, el tío Elliot. Es tal el carisma que adquiere este anticuado personaje, que la alta sociedad y sus rimbombantes fiestas de antaño, logran superar la frontera del couché hacia quienes vivimos paralelamente en otros ámbitos, más poblados, sucios y en parte realistas. Es una delicia leer las descripciones de Maugham sobre Elliot, su manera de hablar y el alto concepto que tiene de un estilo de vida dedicada a la jarana, a la especulación y al cuchicheo. 

No sabía que bebieras cócteles, Elliot
Y no los bebo, respondió severamente - pero en este salvaje país de la Ley Seca, ¿Qué va a hacer uno?

Maugham reconoce que no es una novela al uso, trazada a brochazos por sus propios recuerdos personales en diferentes intervalos de tiempo. En realidad, es el personaje de Larry la causa del texto, la singularidad de un personaje valiente y singular, capaz de abandonarlo todo por el simple deseo de querer conocer una verdad que se le escapa y se muestra determinado a perseguirla hasta obtener una respuesta. Ahí es donde el lector puede decantar su apego hacia el libro o perder parte del interés, ya que esta figura tan sencilla y humilde, sobrevuela su existencia con una bondad tan extrema que apenas puede reprochársele alguna falta. El resto de la trama gira entorno a los propios obstáculos que les proporcionan sus vidas, emparentadas con las fantasmales apariciones de Larry, quien aparece y desaparece en virtud de las inquietudes que le abordan. El filo de la navaja en un notable entretenimiento gracias al oficio en que Maugham construye el armazón de su relato, sustentado en diversos personajes y su consecuente progresión a lo largo de tantos años.

El filo de la navaja
W. Somerst Maugham 
Ed G.P 1965
Colección Reno
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