22 de septiembre de 2016

El hobbit. La batalla de los Cinco Ejércitos

A finales de 2012 se estrenaba en salas comerciales la primera parte de El hobbit. Un viaje inesperado. Adaptación cinematográfica de la pequeña novela de JRR Tolkien, cuyas letras dieron lugar a una nueva trilogía sobre la Tierra Media. Tal evento solo rivalizaba en atención mediática con el calendario maya y sus negros augurios. Mientras que las expectativas sobre el filme eran bastante elevadas, gracias al éxito cosechado por la trilogía de El señor de los anillos una década antes. Como preludio a tal circunstancia, decidí releer la novela e incluirla en el blog. Una pequeña toma de contacto para coger carrerilla ante la nueva saga que se avecinaba. Después se fueron incorporando las películas correspondientes y la opinión personal que estas cintas me trasladaban como espectador. 

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Finalmente llegaron las navidades de 2014, fechas en las que se estrenaba el capítulo final de las aventuras del hobbit y su compañía de enanos. De aquel entonces recuerdo un leve intento, quizás tan solo fuese un simple comentario de acudir al cine de turno para asistir físicamente al desenlace. A estas alturas creo que estas palabras se las llevo el viento, o tal vez fueron ignoradas, seguramente pronunciadas en alto y perdidas ante rutinarias tareas cotidianas. El análisis por adelantado, es que El hobbit y toda su trilogía no merecieron el pago de la entrada.

Así fue como el tiempo ha pasado tranquilamente hasta alcanzar el mes de septiembre de 2016. Un periodo habitualmente destinado para arrancar cursos, calendarios de toda clase y también, como tradicional mes para recuperar tareas pendientes. Como en este caso particular, donde se ha realizado el esfuerzo de completar el visionado perdido de La batalla de los cinco ejércitos. Y el resultado personal es el mismo, o peor incluso. Porque todos los exagerados vicios anteriores se desbordan en está tercera cinta. Tal vez mis recuerdos me jueguen una mala pasada, pues creo atisbar algunos tramos entretenidos en las dos películas precedentes. Aunque tampoco debería fiarme, pues al principio de esta última entrega me sorprendo al ver como Gandalf, el mago gris, se haya enjaulado. Ante tal sorpresa,  mi mente deambula perdida entre mis recuerdos. ¿Cómo diablos se ha llegado a esa situación? Obviamente mi capacidad de retención fracasa en ese inútil intento de enlace. Tampoco me importa en demasía, porque el metraje enseguida avanza hacia la perdición de Jackson y su adorada idea de la exageración, que en este caso se da en la nula aportación que el videojuego traslada al cine. Este es uno de los graves problemas de la trilogía, refrendada posteriormente por una batalla de dimensiones colosales donde mantenerse erguido ante el mareo constante que propone la cámara, sería un digno motivo de elogio. Da igual que exista el horizonte, la tradicional línea donde el espectador rellenaba con su imaginación las dimensiones de la Tierra Media, de un ejército o de cualquier cosa. A Jackson nada se le escapa y estira los movimientos de cámara hasta donde se le antoje para que se vea toda esta magnitud de medios y efectos visuales.

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El único descanso que obtiene el espectador ocurre cuando el director deja hablar a los personajes. Y milagrosamente parece que alguien ha encontrado un trípode donde anclar la cámara. La pena, en estos paréntesis, es la reiteración de la epopeya, ya que a todos los personajes les cuesta horrores avanzar en una línea lógica que es sobrepasada por el ejercicio del apuro, la jugada del último momento, la del casi pero... Tanta acumulación de penas y angustias se resuelven de manera infantil, siempre surge una nueva esperanza, o los débiles se unen para hacer frente a los contratiempos intentando elevar la épica a través del compadreo. Así no se crea el avance de los personajes principales. Así saltan alocados a donde caigan. Como el líder enano Dain que desaparece sin final, o el más importante Bardo, cuyo desenlace es...¿Tiene final?

Nada importa ya en el relato, hace tiempo se dejó atrás la cordura. Solo vale avanzar a ritmo de videojuego, allí donde el muñeco protagonista siguiendo el esquema de los memorables arcades de los 90 y tras superar toda clase de pruebas, debe enfrentarse al jefe de los malos en las alturas. Que nadie se preocupe del vértigo. Es todo tan falso que tanta batallita y tanta hostia se resuelve finalmente entre dos. 

El hobbit. La batalla de los cinco ejércitos
2014. Peter Jackson

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