31 de julio de 2014

Chacal, la película

La adaptación cinematográfica del libro, El día del Chacal, por parte de Fred Zinnemann, me ha resultado curiosamente algo irregular en su conjunto. Después de leer la novela el año anterior, me entraron ganas de conocer como sería la obra fílmica, y pese a que ha
D.R.
transcurrido algo más de un año, mi memoria todavía conserva el regusto por la novela de Forsyth. Seguramente parte de esa reverencia hacia la obra escrita perjudique mi valoración hacia la película, tal vez a la inversa, mi sentido crítico hubiera sido distinto, pero este ha sido el recorrido de ambas obras hacia mi persona. Y eso que la película no desentona en términos generales, básicamente porque tiene una formidable base en la obra original y la adaptación del guión recoge los aspectos más destacados de la trama. Si acaso, se aplaude el logrado traslado del papel al negativo donde no se pierde ningún ápice importante de la historia. 

Para entender de que va el asunto hay que retroceder hasta la década de los 60 del siglo XX y a la formación de un grupo terrorista que intenta asesinar al presidente francés de la época, Charles de Gaulle, cuando este deriva en su política hacia Argelia para que este país deje de ser colonia francesa. Tras un atentado frustrado, la dirección de la OAS maquina contratar a un profesional para que asesine al presidente francés de la manera más anónima posible. Ahí es donde entra en juego el Chacal, el perfeccionista asesino que acepta el encargo a pesar de la dificultad de la ejecución. De esta forma el espectador asiste a la minuciosa elaboración del plan para llevar a cabo el asesinato, el lugar, el arma, pasaporte falso, vías de escape, etc. Por otro lado las autoridades francesas tampoco se andan con chiquiteces, y alertadas por una serie de movimientos de la OAS, inician su particular investigación para prevenir cualquier acción hacia de Gaulle. Entra pues el baile de la narración fílmica separada por los dos bandos, el del mercenario y el de las fuerzas de seguridad en una prolija sucesión de deducciones y engaños para obtener cada uno sus fines.


Te vamos a dar de ostias... -D.R.
Zinnemann opta por la sobriedad, bien entendida, al no tomar parte por ninguno de los contendientes enfrentados, ya se encargan los propios espectadores en tomar partido por el profesional inglés, al representar subliminalmente la figura del solitario individuo que lucha frente a un colectivo opresor. El encanto del mal siempre tan atractivo, como este refinado profesional que suma a su extraordinaria educación, una peligrosa convicción de llevar a cabo sus planes sin hacer ningún tipo de excepción. El director acierta también al primar la imagen sobre la supuesta musicalidad que subraye la tensión de los momentos de mayor tensión, incluidas las imágenes de cierto cariz documental que adornan de realismo a la película aunque también llegan a sobrar por el exceso de querer alimentar la angustia de la resolución final . 


/D.R.

Sin embargo siempre hay algo que hecho en falta en esta primera adaptación de la novela. Seguramente tenga que ver con un formato cinematográfico más actual donde se prima al personaje y a los supuestos demonios interiores frente a la simple exposición de Zinnemann, donde solo al detective Lebel se le presupone una vida familiar y las posibles consecuencias de un posible fracaso en la captura del mercenario. Aparte también de algunas simplezas como la forma en que la espía de la OAS consigue encandilar a un alto grado militar francés. Pequeñeces varias que no desentonan una agradable película sobre una soberbia novela.

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Chacal, 1973
Fred Zinnemann 


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