7 de febrero de 2014

Cualquier otro día

Llevaba un tiempo con ganas de leer alguna obra de Dennis Lehane, autor norteamericano que ha ido adquiriendo cierto renombre tanto en crítica como de público. La elección de Cualquier otro día está basada simplemente en el descarte, ya que el escritor cuenta con varias de sus obras adaptadas al cine para beneficio de su bolsillo. De momento son tres las películas llevadas al celuloide, Mystic River, Shutter Island y la ópera prima de Ben Affleck, Adiós pequeña, adiós. Cintas que ya conozco y que por lógica deseché al conocer el argumento. En cualquier caso el título que hoy ocupa espacio en mi humilde blog parece que pronto cobrará vida más allá de las letras de la mano de unos de mis directores favoritos, Sam Raimi. 

Sin más dilación puedo confirmar que Lehane cumple con creces las expectativas que había ido acumulando en el tiempo. Da gusto empezar el año con una lectura tan gratificante. Cualquier otro día narra un breve período de los EEUU sobre los convulsos años
El libro y el ladrillo de Luther
tras la Gran Guerra acaecida en Europa. Por un lado suma la presión adjunta de la reciente revolución rusa de 1917. Un triunfo del supuesto mundo obrero que amenaza con extenderse al continente americano a través de los explotados trabajadores del primer cuarto de siglo. Si a este importante proceso histórico se le une el auge de la lucha obrera y sindical existentes en Norteamérica junto a los problemas económicos derivados de la I Guerra Mundial, la coctelera resultante es un esperanzador marco dramático donde colocar a los actores de la función, quienes por supuesto arrastran sus propios problemas a añadir a la explosiva mezcla.


Lehane se toma su tiempo. En primer lugar prefiere presentar a sus personajes en un momento determinado de sus vidas para después construir la progresión de las historias ficticias con los problemas reales de la época. El verdadero protagonista de la novela es Danny Coughlin, hijo de un capitán de la policía de Boston y que intenta obtener una placa de oro que le reconozca como el inspector más joven del departamento. Mientras que Luther Laurence es un negro que comparte algo del protagonismo principal. La singularidad de Luther es que se verá obligado a una particular odisea personal que consiga salvaguardar sus pecados del pasado. Ambos personajes principales circundaran por separado hasta el clásico cruce de caminos que avivará las relaciones personales frente al proceso histórico que se desarrolla en Boston. En esta ciudad los policías llevan años soportando unas penosas condiciones de trabajo y con salarios por debajo del indice de la pobreza. La posibilidad de que los agentes de la ley vayan a la huelga es un dato que políticos y terroristas anarquistas evaluaran de distinto modo.

La gracia interna esta en ver la evolución de los personajes por separado, donde ambos cuentan con sus propios problemas e historias alternativas que enriquecen el relato. De estas
Policías con mascarilla
Imagen extraída de Wikipedia
diversas lineas argumentales surgen los necesarios secundarios. Una buena oleada contiene esta novela donde varios de estos secundarios tienen una importancia capital, tan necesaria como generosa a la hora de acompañar la historia vehicular de los protagonistas. Especialmente satisfactoria es el patriarca de la familia Coughlin. Un caramelo sin dudarlo para la adaptación cinematográfica por lo que representa un capitán de la policía de Boston, padre de familia ejemplar y orgulloso emigrante que ha ayudado a construir parte de esa ciudad.


Más allá de hechos y personajes puramente históricos, el escritor sabe tejer una sociedad completa donde abundan las diferentes clases sociales y coloca a sus personajes dentro de un marco lineal de sus vidas. Todos tienen un pasado pero la acción arranca desde un punto inicial que da rienda suelta a la trama principal. Los protagonistas evolucionan a través de abrir y cerrar ciertos episodios importantes. En parte parece que la novela acaba cerrando historias demasiado pronto aunque la intención sea empujar los cambios que se avecinan en la trama. El ejemplo más claro es la llegada de una epidemia en forma de gripe (la llamada gripe española) a Boston y que pronto se explaya por todo el país. Una vez superada esa crisis, el relato, avanza  simplemente porque la vida sigue rugiendo pese a quienes se quedan atrás.



Antes prefería estar en los alrededores de la calle Uno y Admiral con los botones y los criados y los hombres que acarreaban cajas de limpiabotas y de herramientas. Hombres que ponían el mismo empeño en el trabajo que en el juego. Hombres que no deseaban nada más, como solía decirse, que un poco de whisky, una partida de dados y un coñete para hacer la vida más agradable.

Dennis Lehane
Ed RBA 
2008

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