5 de septiembre de 2013

Tejos del arroyo Valhondillo

No recuerdo donde ostias escuché que si a la historia de la humanidad se la mide en siglos, para la medición del planeta estas centurias son simples minutos, por no reducirlo al simple
El tejo más viejo y amurallado
segundo. Tal vez los seres vivos más antiguos de la península ibérica lleven otro ritmo. Desde luego más pausado del que desearían en estos tiempos de ajetreo. Estos tatarabuelos peninsulares son los tejos milenarios del arroyo Valhondillo, los árboles más longevos de España y que se encuentran resguardados  en un rincón de la sierra de Guadarrama. Aguantando pacientes la numerosas visitas que reciben en esta época moderna donde el ocio senderista crece año tras año. Incluida mi propia persona. Esta visita tenía un carácter especial, pues llevaba demasiado tiempo buscando el hueco para poder conocer a estos gigantes. Nada mejor que las vacaciones veraniegas para irrumpir en el bosque en cualquier día laborable para caminar tranquilo en soledad y con Bosco suelto sin derivar problemas.

Bastante temprano llego al km 35 -36 del puerto de Cotos, donde en una curva cerrada hay un pequeño espacio para poder estacionar el coche. En este punto nace una vereda que desciende en paralelo al arroyo Peñalara hasta alcanzar en pocos pasos una ancha pista que desciende junto al arroyo Angostura. Rodeado de pinos, helechos y el rumor del agua saltando entre diferentes piedras y pozas. Siguiendo el curso del arroyo alcanzo el viejo puente de la Angostura, que permite acceder a otra pista paralela al otro lado del arroyo. Allí nace otra pista a la derecha en continuo y leve ascenso. Tras una serie de curvas se llega a una cerrada curva hacia la derecha con una fuente de hormigón como hito para señalar por donde ubicarnos. Este giro nace para sortear al arroyo Valhondillo. En esa misma curva hay un sendero que abandona la pista y sube en paralelo al arroyo, fácil del seguir en la espesura donde destacan algunos pequeños acebos. La senda atraviesa el afluente de las Zorras hacia la derecha y la vereda empieza a disiparse poco a poco, sin importar mucho, pues el arroyo sirve como principal guía. Saltando su curso según nos convenga para ascender lo más fácil posible.

El tejo Hermoso
Poco a poco van apareciendo los primeros tejos, jóvenes descendientes de esta particular tejeda escondida, donde los pinos intentan ocultar a sus ilustres patriarcas. El primer gran tejo es soberbio, agraciado y enorme. Un gran tronco sostiene una gran copa donde surgen alargadas ramas que parecen pedir su propio espacio de exhibicionismo, mientras otros parientes le rinden pleitesía a su alrededor, adulando a este tejo al que solo me queda por bautizar como el Hermoso. Un poco más arriba se encuentra el ejemplar más antiguo y ligeramente mimado, al rodearle un murete, lustre de jardín al más viejo de los bosques españoles. Más de mil 1500 años dicen, incluso 2000 dicen otros, vete tú a saber la edad justa, aunque tampoco importa mucho, se ve al rodear el muro su extenso tronco ramificado, o tocar algunas ramas que se extienden más allá de la recomendación. Junto al vallado una placa pide respetuosamente a los visitantes evitar acceder hasta el árbol para cuidar sus raíces y el terreno donde se asienta. Así que nada mejor que dar ejemplo y retratar al gigante desde la distancia que se nos aconseja. Pues aun quedan tejos alrededor, como otro ejemplar menos afortunado con ramas resecas que aventuran sequedad o enfermedad. Tanta molestia en amurallar a uno solo que bien se podría haber tomado medidas para el conjunto. Como con el tercer gran tejo de la zona aun más arriba, muy cerca del final de la ancha pista forestal que concluye su camino justo en el arroyo. Ahí se encuentra señalado con un hito el tejo Feo, o mejor aun el Superviviente, por encontrarse agarrado como una lapa en la caída de la ladera, su enorme tronco resiste retorcido ante su frágil posición, sujetando la tierra que le otorga la vida, siendo el primero en ser visitado si los excursionistas acceden por la pista forestal que en este caso sirve de salida.

Una vez rendidas viejas cuentas con estos colosos abandono el venerable arroyo Valhondillo,
Trocha de bajada
dejando una posible ascensión hasta su nacimiento para otra ocasión. Mientras sigo por la pista no puedo dejar de mirar hacia la derecha donde los tejos sobreviven en su pequeño rincón, así localizo a otros dos jóvenes tejos algo alejados de sus congéneres, dando muestras de que bien podrían extenderse más allá de su recóndito arroyo, que tengan suerte.

La excursión continua por la pista hasta una bifurcación donde hay una cancela, sigo de frente ignorando el desvío de la derecha. Un poco más adelante nace un pequeño camino a la derecha y aunque no sea tan claro hay que seguirlo a pesar de que se pierda la pista pues reaparece un poco más adelante hasta llegar a una poza natural rodeado de arbustos. Esta claro que me hago mayor porque años atrás no hubiera dudado en calibrar el frescor del agua, sin embargo el arroyo Angostura queda muy cerca y sus cristalinas aguas me atraen más que este pequeño charco situado en la zona conocida como Raso del Baile. Decido pues echarme al raso para tomarme un descanso y dejar el baile para el arroyo de abajo. 


Tras el parón vuelvo sobre mis pasos hasta la perdida linde del camino anterior y para dejarme
caer sobre la pronunciada pendiente. Enseguida aparece una trocha que desciende con rapidez hasta la pista paralela al arroyo Angostura. Muy cerca del puente se encuentra la poza principal del arroyo ocupada por algunos bañistas, aunque para evitar la posible molestia de mi amable mascota remonto algo el arroyo para encontrar la necesaria soledad de terminar esta excursión con un chapuzón.

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Bibliografía.
Bosques y árboles singulares de Madrid. Andrés Campos. Ed. La libreria


Como plantar un tejo
Trashumando - Plantar tejos
Noticia
ARBA Sierra de Guadarrama

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Mapa






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