21 de octubre de 2012

Posiciones perdidas: Cerro Álamos Blancos

Introducción

Vivienda cerca del cortafuegos
Antes de desarrollar esta entrada un breve inciso ante la nueva etiquetación de posiciones perdidas, tampoco es que tenga un elevado número de entradas dedicadas a los restos de la Guerra civil española, pero quiero dejar constancia de otros vestigios menos conocidos y normalmente obviados por las publicaciones derivadas a este tema. Estos libros se centran en posiciones más importantes y la figura de los fortines como principal elemento constructivo y llamativo. Igual ocurre con rutas publicadas en papel o en Internet, los fortines son los protagonistas de este museo al aire libre que debería ser la sierra de Guadarrama. En otras ocasiones más afortunadas se llega a citar otros sitios como Cerro Santo, sin incluir número de construcciones o restos relevantes. Cuando realicé mi exploración a Cerro Santo hallé varias ruinas en el trayecto que no habían sido señalados, o por lo menos no los he encontrado en las publicaciones que suelo consultar. Estos emplazamientos tampoco destacarían por su importancia, aunque para mí forman parte de este tramo de la historia y mi intención es darles cabida y conocimiento a estas posiciones perdidas.
               
 Camino del Cerro de Los Álamos Blancos 

Para entender la importancia de esta posición republicana hay que situar la línea del frente de guerra. El bando nacional domina el Alto de El León y su cordal hasta Cabeza Líjar. Dentro de los pinares de La Jarosa su línea desciende en paralelo al arroyo del mismo nombre. Los republicanos dominan el Cerro de La Salamanca y su frente bajaba por el visible cortafuegos hasta las posiciones del Cerro del Cebo de Los Lobos. La posición de Los Álamos Blancos queda por tanto un poco aislada de las líneas republicanas, convirtiéndose en un original emplazamiento avanzado. 

Senda y trinchera
Para acceder a esta zona inicié la ruta desde el Collado de La Mina (collado que separa Cabeza Líjar con el Cerro de La Salamanca) bajando por una estrecha senda que nace un poco más abajo de la explotación minera a cielo abierto. Esta senda culmina en el cortafuegos, pero en medio del trayecto el lado izquierdo de la vereda se levanta en contra de la ladera y en una conocida orientación. Más adelante unas oquedades en el suelo me confirman que esta senda fue en parte una trinchera. Al llegar al cortafuegos aparece la línea de frente republicano que desciende desde La Salamanca, mucho se habrá perdido pero en este punto destaca un murete que baja en paralelo al corte artificial de la montaña. El muro se separa ligeramente y deja ver algunas construcciones bastante deterioradas y algunas trincheras. Más abajo gira hacia la derecha sobre restos de viviendas para desaparecer finalmente en dirección al cortafuegos donde me he dejado alguna construcción al otro lado de la zanja. 

Como me aburre bajar por el tendido cortafuegos decido cometer la primera imprudencia del día e internarme por el pinar. Más cómodo bajo las sombras de los arboles, intuyo trazar una línea hacia el objetivo de esta excursión. Al rato atravieso una especie de pista, algo abandonada, que asciende por este lado, voy junto a ella pero me va separando de mi destino así que la abandono y comienzo a ascender al cerro desde un lateral. En un primer momento temo haberme pasado o desviado porque ya casi en la cima veo un enorme roquedal donde un orgulloso roble agrieta la roca para abrirse paso hacia la vida. Por suerte aun queda colina por subir y finalmente oteo la fina figura de los álamos en un nuevo conjunto de bloques graníticos.
Entrada y marca de ruta local

Busco un acceso a la posición republicana por el lateral del cerro, ya que la maleza me impide alcanzar la cima de manera directa, tras pasar una trinchera que desciende hacia abajo, alcanzo la entrada donde hay marcas de una ruta local hacia esta pequeña rareza en forma de alameda. Pero mi interés por este lugar es más belicista que botánico y me centro en los restos republicanos que asaltan mi vista frente al bucólico encanto que proporciona este otoño incipiente y la hojarasca en el suelo. En el interior del cerro aparecen los primeros restos de viviendas recubiertos de maleza. Rodeo una enorme mole granítica para llegar a la parte más alta del cerro, donde descansa un arruinado puesto de tirador. Cabeza Líjar esta prácticamente enfrente y mi imaginación fantasea con la dureza que debió ser mantener este puesto tan cerca de las líneas enemigas. Almuerzo al lado de otro roble empeñado en desgajar la roca, un tercero que vi anteriormente más abajo imita a sus hermanos en esta extraña lucha entre troncos y rocas.

Al noroeste se ven numerosos restos frente a las posiciones nacionales de Cabeza Líjar. Viviendas, muros y parapetos se mezclan en el lateral del cerro, diseminados ante el continuo crecimiento vegetal. La colonia de álamos blancos esta orientada hacia el sureste con vistas hacia el pinar de La Jarosa. Por si a alguien le interesa no vi ninguno que sobresaliese en edad, más bien son unos jóvenes osados que se han establecido en este hermoso paraje para darle un toque de color. Tras el paréntesis bajo hacia los restos apelmazados en el lateral donde un muro con bastantes troneras marca las distancias de la posición. Recorro el muro de fuera hacia adentro donde más viviendas rellenan las alturas de esta colina. Ningún resto sobresale salvo una incursión curva del muro y sus troneras que aguantan el paso del tiempo. Del mismo modo que esta pequeña aglomeración de restos perdidos.

Puesto de tirador
Al rodear la cima he visto una senda por la parte oeste que desciende hacia el pinar. De este modo planeo seguirla para ver si con algo de suerte conecta con la pista anteriormente citada. Segunda imprudencia del día, ya que hubiera sido más sensato dejarme llevar hasta una visible pista asfaltada que rodea el pinar, pero claro, el asfalto queda descartado solo con mencionarlo y volver por donde he venido pues.... ya he dicho que hay una senda nueva y antes de tomarla dejamos atrás un buen montículo de piedras, como un enorme hito. Avanzo por la vereda hasta que esta se divide en dos partes, la izquierda desciende aun más y la derecha parece que recorre lateralmente la montaña. Me decido por esta ultima con la esperanza de alcanzar la cabecera de la pista anterior. El tiro por la culata, ya que la senda se desvanece junto al cauce de un arroyo seco.

Ultima imprudencia del día, no dar la vuelta. Y es que me cuesta deshacer lo andado un horror, mi propia cabezonería impone seguir adelante a pesar de que podría haber dado la vuelta y comprobar si la senda descartada daba hasta la jodida pista. Pero no, continuo firme hacia arriba, obcecado con alcanzar la pista de La Mina por mis santos... No queda otra que doblar la rodilla, apoyarme en el bastón y apretar los dientes para superar el fuerte desnivel que se avecina. Una nueva acumulación de piedras junto al arroyo permite a mi mente divagar sobre su significado. Poco después una pareja de corzos se alejan rápidamente ante mi ruidosa presencia, a pesar del espeso ramaje puedo distinguirlos y desearles en voz alta toda la suerte posible ante la inminente llegada de la temporada de caza. Finalmente alcanzo la senda del principio y a pesar de su dureza me parece un oasis que me lleva hasta el Collado de La Mina. 
Restos Cerro Álamos Blancos

Álbum fotográfico




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