17 de diciembre de 2014

El Giocondo

La vida nocturna da mucho juego. Tanta como las propias batallitas que cualquiera pueda enumerar o ser capaz de recordar en el trascurso de los bares, de la música y de las copas. Por esas temáticas maniobra El Giocondo, novela corta de un grande de la literatura española llamado Francisco Umbral. Autor que cede el protagonismo al singular personaje denominado como Giocondo, joven apuesto y sin oficio aparente quien nos traslada a una noche de juerga en el Madrid de principios de los 70. Fecha aproximada sobre la publicación de la obra. En esta se describe una curiosa fauna donde abundan los homosexuales, la depravación y el interés. Aspectos morales lejanos de la impuesta por el régimen dictatorial de entonces y donde ignoro si la publicación de este libro le supuso algún problema o reconocimiento por parte de la sociedad de la época al escritor. Tampoco he indagado en demasía salvo esta ligera aproximación hallada en otra web.
Vamos Gio, sal de la estantería
La historia tiene un carácter troncal a través de la susodicha jarana nocturna. Desde el inicio de la noche hasta bien pasada la madrugada a través del joven protagonista como guía principal. Las necesarias ramificaciones para aumentar el interés y los temas a desarrollar vienen adjuntas al cúmulo de personajes que van entrando y saliendo de la escena. Uniéndose en algunos casos al grupo de naturales crápulas para disfrutar juntos las virtudes de la noche. Según se van incorporando, son sometidos a una meticulosa descripción de su físico, carácter y profesión, por citar algo como modo de vida, en una especie de capitulo por personaje. También sirve como válvula de escape hacia otros tiempos y lugares, donde se remonta a alguna historia del pasado que termine por definir al personaje en cuestión y adornarla, normalmente, con alguna anécdota relacionada con el Giocondo, que para eso titula esta novela. De esta guisa vamos conociendo al protagonista central, decantado homosexual pero con la atracción física necesaria para el genero contrario, que intenta en contadas ocasiones desviarlo de acera. Curiosamente el Giocondo apenas habla o participa activamente. Más bien es definido por los demás, salvo en el episodio dedicado hacia su amor platónico, sobre la figura de un varonil norteamericano llamado Cheryl. 

El Giocondo tiene la certidumbre de haber amado una vez en la vida, de amar todavía, quizás, y esto le conforta con la comprobación de que ha tocado la clave misma de la vida

Un tramo empalagoso, casi como de adolescente como cuando alguien se reencuentra con el primer cosquilleo de estomago para ubicar en el tiempo el revoloteo de las mariposas que le provocó tal o cual fulano.

En este pulular de variopintos personajes destacan los interpretes, los escritores y los buscavidas, todos a una, con la vida por delante buscando la felicidad en los fondos de los vasos o entre las piernas de cualquiera, que para ciertos placeres no hay que hacer ascos a las hormonas. En este continuo deambular, el grupo va cerrando locales, empalmando garitos y apurando las opciones de la noche. Sin embargo cabe destacar las miserias de cada uno, normalmente por encima de las virtudes aunque triunfen en sus profesiones, como Bruto, actor reconocido y que empieza a destacar incluso fuera de las fronteras. Su fogosa apuesta queda resuelta amablemente al circular con su coche tuerto por las calles de Madrid. También andan por ahí los mantenidos, como el periodista Ramiro, gracias a una adinerada catalana con la que tiene que cumplir cada cierto tiempo o la inclusión de las viejas clases, en este caso a través de una Marquesa. Señora con mayúsculas en altanería y vicios, como la de amparar al Giocondo con el fiel propósito de desflorarlo y cambiarlo de bando. 
F. Umbral en San Sebastián
Foto extraída de canales.elnortedecastilla.es
Tales vicios contiene el libro, material suficiente para embaucar al lector y atraparlo en la fiesta madrileña. Seguramente la novela se perdería en una colecta de recuerdos anecdóticos sino fuera por la prosa de Umbral, el verdadero sostén de la obra donde parece destacar más el modo de contarlo que la acción misma de los personajes. Una delicia que se deja leer con notable gracia hacia un desenlace tan sórdido como simple.  

Ustedes no son este país. Ustedes son cuatro pingos viciosos,... Este país ha dormido toda la noche y se levanta ahora para trabajar honradamente.
Martín Rubén

Francisco Umbral
Ed Planeta

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