13 de mayo de 2014

VI Vuelta a la Jarosa

Alex, un servidor y Maxi.
Muy dura se me ha hecho esta VI Vuelta a la Jarosa, prueba que se celebra en mi pueblo. Por eso tiene mayor delito, a pesar de conocer la dureza del trazado, mis entusiastas ganas de hacerlo bien, me llevaron a forzar en exceso. Pero lo mejor es empezar por el principio y dejar el tejado para el final, ya que esta carrera servía de excusa para volver a juntarme con mi amigo Maxi, quien tuvo la imprudencia de prometer que haría esta carrera en público y en un alarde de inocente entusiasmo. Obviamente me vi empujado a acompañarle, con escasa resistencia por mi parte. Para completar el trío, mi primo Alex, que venía de debutar en el maratón hace solo dos semanas en Madrid y al que tampoco hubo falta tocarle mucho las palmas para que se apuntase.

Tras la recogida de dorsales y un leve troteo por las inmediaciones, nos despedimos de nuestras respectivas para situarnos en la melé de los casi 600 corredores inscritos. Una buena manada que aumentaba la sensación térmica del adelanto veraniego que se ha dado este pasado fin de semana. Dada la salida, me animo en demasía en seguir los pasos de mi primo, mientras Maxi, inteligentemente, se despide para hacer su propia carrera. Las primeras zancadas las hacemos a un paso bastante ligero, hasta que la trialera de la cola del embalse empieza a ponernos a cada uno en su sitio. A mí el primero, al constatar que el ritmo de Alex no cuajaba con el estado de mis piernas. Incluso parece que recupero la sensatez al no perder la vergüenza por subir andando esta simpática pared, más propicia a disfrutarla bajando en bicicleta que a intentar subirla corriendo. Una vez superada la trialera, trato de volver a trotar cuando el camino vuelve a erguirse hacia arriba. Mi cabeza quiere aunque mi cuerpo reclame mayor sosiego. La visión de la Cruz de los Caídos, como decorado de fondo, sirve para atestiguar el calvario que me estoy creando yo solito. Porque finalmente no queda más remedio que empezar a intercalar leves zancadas con múltiples pasos, incluso en un desvío hacia una estrecha senda que coloca a los corredores en fila india. Ante todo un poco de orden y donde algunos avanzamos a la misma velocidad andando que otros corriendo. 


Foto extraída del blog de organización

El circuito alcanza la pista forestal asfaltada que rodea el pinar, símbolo de los últimos coletazos de ascensión. Sigo sufriendo a pesar del simpático momento donde una serie de corredores me superan cuando camino, hasta que les vuelvo a adelantar cuando invertimos el proceso deportivo, ellos andan mientras yo intento correr. 

Por suerte llegamos hasta la pista de bajada que yo siempre recuerdo haberla citado como Barranco de los Lobos, pese a la insistencia de los mapas topográficos de renombrarla como calle de los Álamos, cosas de autóctonos. Durante el descenso cometo el error de bajar como un condenado demonio en lugar de reposar algo las disparadas pulsaciones. Voy lanzado, con la firme intención de recuperar algo que pienso haber perdido sin sospechar que seguramente lo esté malgastando. La bajada contiene algunos tramos de falsos llanos, donde compruebo que el depósito anda ya encendido por mucho punto muerto que intente dejar cuesta abajo. Vuelve a repetirse el ritual anterior, adelanto a algunos cuesta abajo para volver a perder lo ganado en cualquier otra variación del terreno. Estoy tan fundido, que tengo que volver a pararme para recuperar el resuello en un leve pico de subida para poder afrontar dignamente los últimos metros de meta, que también pican algo hacia arriba. Menos mal que la familia anda esperando a su torpe héroe para felicitarle de todos modos. Incluso sacar las fuerzas necesarias para corresponder la petición de mi pequeña para que la sostuviera en brazos después de una hora sin saber donde diablos andaba su padre.

Curiosamente Alex tampoco acabó contento, al parar el crono en 55.04. Algo peor que su marca un año antes. Maxi completó la carrera que pretendía, llegar a meta y con la idea clara de rebautizar el nombre de la prueba como el Infierno de la Jarosa. Mi tiempo personal 56:25. Tampoco tan malo después de perder cierta rutina con los entrenos. Además he decidido quedarme con alguna lectura positiva, pese al mal sabor de boca en general. Bajo muy bien, lógico si tenemos en cuenta que es bastante más fácil que subir cuestas, pero mi experiencia en esta carrera ha sido bastante agradable, superando con cierta facilidad algunos tramos complicados donde las piedras sueltas hacían dudar a más de uno. Queda pues contentarse con lo que hay y esperar pacientemente a mejorar en futuras carreras.


Penando en una pared
Foto extraída del blog de organización
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Vuelta la Jarosa



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