17 de diciembre de 2013

Ciudadano Kane

Con esta película alcanzo la redonda cifra de la perfección. El simple acto de juntar un palito con el clásico rosco y que suele estar asociado a la excelencia académica. Vamos que tenía preparada que la décima opera prima que expongo en mi blog, desde que me propuse esta tarea, sea considerada como la mejor película de la historia del cine. Ciudadano Kane del genial Orson Welles. Y eso que la historia del cine tiene más de 118 años de historia. Como para ponerse de acuerdo sobre un arte tan amplio y de gustos tan diversos. Convendría matizar que según la revista Sight&Sound, editada por el British Film Institute, Vértigo de
Rosebud
Alfred Hitchcock, ha conseguido destronar la ficticia historia de Charles Foster Kane en ese supuesto listado de las mejores cintas del séptimo arte. Pese a todo, el estreno de Welles ha copado ese podio durante más de cinco décadas. A ver quien es el guapo que discute esto último. Otro matiz importante y que viene a desvirtuar un poco este propósito particular, es la aparición en Italia de la supuesta opera prima real de Orson Welles. Tal hallazgo es tan relevante que deberían corregirse multitud de libros sobre el cine. Ya que siempre se ha considerado a Ciudadano Kane como la primera película de Welles, y encima alzada como la mejor de la historia durante muchísimos años. A pesar de estos hechos, me niego a sacar esta película de mi listado. Tal es la importancia de esta obra que sirve de referente para cualquier supuesto futuro director. Además de que lleva más tiempo considerada como la primera cinta del genial cineasta que como supuesta segundona.


De Ciudadano Kane hay múltiples análisis, opiniones y juicios. Seguramente más relevantes que mi humilde opinión personal. Lo mejor es ser honesto y empezar por exponer que la primera vez que vi esta cinta me aburrí como una ostra, cosas de la adolescencia. El blanco y
"Mis principios"
el negro no compaginaban bien con mi mente juvenil. No obstante, si recuerdo con agrado el uso de los contrastes. La continua forma de oscurecer rostros y el hábil manejo de las sombras en los personajes. De ahí a Nosferatu y mi amor incondicional hacia el expresionismo alemán hubo solo un paso. Pero lo cierto es que esta película apenas me cautivó en un primer visionado. Tuvo que pasar el tiempo para que mi mente fuese aceptando la grandiosidad de una historia memorable y con una estructura tan moderna que sorprendió a sus coetáneos. El argumento narra la ficticia vida de Charles Foster Kane, un rico magnate de la comunicación a través de los relatos de algunos personajes relevantes en su vida. La figura de Kane está claramente relacionada con el también poderoso William Randolph Hearts, personaje real que intentó boicotear el rodaje y su posterior estreno, dando cabida a un encontronazo entre Welles y el propio Hearts que daría suficiente juego y morbo para que se realizase una película, RKO 281 en 1999. 


La película destaca en muchos ámbitos. En primer lugar la estructura del guión. La cinta arranca con la muerte del anciano Kane en su mansión de Xanadu, tras pronunciar la palabra clave, el famoso macguffin de Hitchcock, rosebud antes de morir. Posteriormente se incluye un noticiero documental sobre la vida pública de Kane, su ascensión, vida privada, fracaso político y desmanes varios. El clásico No-Do incrustado dentro del film para situar al espectador sobre la figura principal de la película. Sin embargo el desconocimiento del significado de la palabra rosebud arrastra a un periodista a investigar más a fondo al ilustre personaje fallecido. Inquiriendo un cariz más humano a través de diversas entrevistas con las personas más cercanas a Charles Foster Kane. De este modo la película va saltando del presente a los recuerdos de los entrevistados en orden cronológico. Desde el momento en que Kane es separado de su familia, pasando por adquirir el periódico Inquirer, su intentó de pasar a la política o sus matrimonios frustrados. La historia pasa pues a ser narrada y complementada entre los antiguos colaboradores del personaje principal a través de diferentes saltos en el tiempo, elipsis y anécdotas sobre la fuerte voluntad de Kane. Welles trabajó junto a Herman J. Manckiewicz en el guión, y ambos supieron dotarle de fuerza dramática a través de los continuos reveses y enfrentamientos a los que Kane debe hacer frente. Desde el choque con su tutor/administrador, pasando por la famosa hoja de principios que tanto insiste su amigo Leland en salvaguardar.

Otro aspecto importante es la fotografía, el encuadre y el hábil montaje, seguramente perpetrado y sugerido por el director a quien la productora RKO había dado libertad creativa para esta y otra película. A pesar de la juventud de Welles quien contaba con solo 26 años de edad para entonces. Antes de este filme, Orson Welles colaboró con Greg Tolland en la cinta recién descubierta. Fue una suerte que este hombre comprendiese y se arriesgase con
las continuas indicaciones del joven director, sobre todo al exprimir los contrastes y de dotarles de significado, aparte del poderío visual que otorga el blanco y el negro. Los amplios encuadres utilizados con grandes angulares proporcionan una profundidad que magnifican la escena que estamos contemplando. Incrementando el campo de visión y dotando de importancia al personaje colocado en primer plano frente al sugerente escenario donde se encuentre. La interpretación de los personajes sobresalen sobre todo por las caracterizaciones, siendo ellos mismos quienes se representan a lo largo de los años narrados en el filme. Destaca el acaparador Welles en el papel protagonista, con una sensación paralela de asociar su poderío su físico con la resuelta faceta impertinente del propio Kane. Una personalidad tan exagerada que le lleva a transformarse en un verdadero tirano. Se podría incluso apelar que termina siendo un dictador, un fascista que tiene la obligación de imponer su voluntad sobre los demás. De ahí el cambio inicial, cuando el propio Kane se ve así mismo con la necesidad de emprender su particular cruzada en defensa de los más desfavorecidos. Proponiéndose como el salvador de la gente honrada y trabajadora frente a los abusos de los poderosos. Creo que el nazismo también empezó con un discurso similar. Y la similitud es que Kane termina por llevar a cabo sus deseos por encima de la cordura, la lógica o el sentido común, para ese objetivo este megalómano tenía dinero para aburrir.



Los secundarios aumentan el resultado final, incluidas algunas apariciones tan escasas como Ray Collins, dando vida a Jim Gettys, el adversario político de Kane. Para acabar esta reseña nada mejor que volver al enigma del significado de la palabra rosebud, capullo en inglés. Desconocida para los habitantes de la película mientras que los espectadores conocen la ubicación del dibujo y la palabra en el trineo del joven Kane. ¿Una presumible falta de amor maternal? o como bien dice el periodista. "Una palabra no define una vida entera". A estas alturas que cada cual escoja su versión. Ciudadano Kane continua siendo un poderoso ejercicio visual con una gran historia detrás, sin necesidad de intentar destripar el supuesto macguffin, ni de intentar hallar una explicación a una simple palabra frente al conjunto de una obra imprescindible. 

Ciudadano Kane de Orson Welles
1941

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