26 de diciembre de 2013

Tradiciones Navideñas: El roscón de Pyma

El día de los reyes magos acapara numerosos recuerdos personales, cada individuo con los suyos propios, mientras que en mi caso particular será especial por mi hija, aun sabiendo que es todavía muy pequeña con sus 17 meses, ya va siendo una personita donde espero que la alegría que siempre la acompaña aumente con las luces y el entusiasmo paterno. Seguramente seremos sus padres quienes disfruten más dejando los regalos de sus majestades en el zapato que cuando ella descubra los paquetes apostados en el árbol de Navidad. A la espera entonces de poder apreciar la carita de mi bebé, no hay nada mejor que pasar a relatar otra golosa tradición navideña. El clásico roscón de reyes. Volviendo al lado más personal, siempre llevaré en la memoria que el día de reyes conseguía juntar en el desayuno a mis padres y a mis hermanos. Los horarios laborales y estudiantiles hacían bastante difícil compaginar la agenda familiar en este simple acto. Por lógica habría más ocasiones en que mis padres y sus hijos compartiésemos la primera comida del día, como fines de semana, vacaciones, etc. Pero la señalada fecha de desenvolver regalos era perfecto por su carácter festivo y la tonta ilusión del "¿que será?". La jornada continuaba con un estupendo chocolate y su correspondiente porción de roscón. Motivos suficientes para recordar con cierta nostalgia aspectos de mi vida personal y tenerlas reservadas en mi memoria.

Roscón de 2013
Tras abandonar el nido paterno para fundar el mío propio, manifiesto que tengo la intención de continuar con esta tradición con mi mujer, mi hija y mi mascota (aunque a está habrá que buscarle otro tipo de golosina). Para ello no podrá faltar el clásico roscón. Aquí es donde ahora cobra sentido el titulo del post. Obviamente este dulce se vende en multitud de sitios pero en Guadarrama hay una pequeña distinción. El roscón de Pyma puede sonar a simple propaganda o excesivo gusto personal, pero las colas que se acumulan en la pequeña pastelería de la calle San Roque número 29 del municipio madrileño de Guadarrama, dan fe de que somos muchos los que pecamos del trabajo bien hecho. Incluso vecinos de localidades cercanas. El chocolate calentito será el acompañante perfecto para empezar el día de reyes donde espero repetir por muchos años.

 

Mis mejores deseos para 2014.

17 de diciembre de 2013

Ciudadano Kane

Con esta película alcanzo la redonda cifra de la perfección. El simple acto de juntar un palito con el clásico rosco y que suele estar asociado a la excelencia académica. Vamos que tenía preparada que la décima opera prima que expongo en mi blog, desde que me propuse esta tarea, sea considerada como la mejor película de la historia del cine. Ciudadano Kane del genial Orson Welles. Y eso que la historia del cine tiene más de 118 años de historia. Como para ponerse de acuerdo sobre un arte tan amplio y de gustos tan diversos. Convendría matizar que según la revista Sight&Sound, editada por el British Film Institute, Vértigo de
Rosebud
Alfred Hitchcock, ha conseguido destronar la ficticia historia de Charles Foster Kane en ese supuesto listado de las mejores cintas del séptimo arte. Pese a todo, el estreno de Welles ha copado ese podio durante más de cinco décadas. A ver quien es el guapo que discute esto último. Otro matiz importante y que viene a desvirtuar un poco este propósito particular, es la aparición en Italia de la supuesta opera prima real de Orson Welles. Tal hallazgo es tan relevante que deberían corregirse multitud de libros sobre el cine. Ya que siempre se ha considerado a Ciudadano Kane como la primera película de Welles, y encima alzada como la mejor de la historia durante muchísimos años. A pesar de estos hechos, me niego a sacar esta película de mi listado. Tal es la importancia de esta obra que sirve de referente para cualquier supuesto futuro director. Además de que lleva más tiempo considerada como la primera cinta del genial cineasta que como supuesta segundona.


De Ciudadano Kane hay múltiples análisis, opiniones y juicios. Seguramente más relevantes que mi humilde opinión personal. Lo mejor es ser honesto y empezar por exponer que la primera vez que vi esta cinta me aburrí como una ostra, cosas de la adolescencia. El blanco y
"Mis principios"
el negro no compaginaban bien con mi mente juvenil. No obstante, si recuerdo con agrado el uso de los contrastes. La continua forma de oscurecer rostros y el hábil manejo de las sombras en los personajes. De ahí a Nosferatu y mi amor incondicional hacia el expresionismo alemán hubo solo un paso. Pero lo cierto es que esta película apenas me cautivó en un primer visionado. Tuvo que pasar el tiempo para que mi mente fuese aceptando la grandiosidad de una historia memorable y con una estructura tan moderna que sorprendió a sus coetáneos. El argumento narra la ficticia vida de Charles Foster Kane, un rico magnate de la comunicación a través de los relatos de algunos personajes relevantes en su vida. La figura de Kane está claramente relacionada con el también poderoso William Randolph Hearts, personaje real que intentó boicotear el rodaje y su posterior estreno, dando cabida a un encontronazo entre Welles y el propio Hearts que daría suficiente juego y morbo para que se realizase una película, RKO 281 en 1999. 


La película destaca en muchos ámbitos. En primer lugar la estructura del guión. La cinta arranca con la muerte del anciano Kane en su mansión de Xanadu, tras pronunciar la palabra clave, el famoso macguffin de Hitchcock, rosebud antes de morir. Posteriormente se incluye un noticiero documental sobre la vida pública de Kane, su ascensión, vida privada, fracaso político y desmanes varios. El clásico No-Do incrustado dentro del film para situar al espectador sobre la figura principal de la película. Sin embargo el desconocimiento del significado de la palabra rosebud arrastra a un periodista a investigar más a fondo al ilustre personaje fallecido. Inquiriendo un cariz más humano a través de diversas entrevistas con las personas más cercanas a Charles Foster Kane. De este modo la película va saltando del presente a los recuerdos de los entrevistados en orden cronológico. Desde el momento en que Kane es separado de su familia, pasando por adquirir el periódico Inquirer, su intentó de pasar a la política o sus matrimonios frustrados. La historia pasa pues a ser narrada y complementada entre los antiguos colaboradores del personaje principal a través de diferentes saltos en el tiempo, elipsis y anécdotas sobre la fuerte voluntad de Kane. Welles trabajó junto a Herman J. Manckiewicz en el guión, y ambos supieron dotarle de fuerza dramática a través de los continuos reveses y enfrentamientos a los que Kane debe hacer frente. Desde el choque con su tutor/administrador, pasando por la famosa hoja de principios que tanto insiste su amigo Leland en salvaguardar.

Otro aspecto importante es la fotografía, el encuadre y el hábil montaje, seguramente perpetrado y sugerido por el director a quien la productora RKO había dado libertad creativa para esta y otra película. A pesar de la juventud de Welles quien contaba con solo 26 años de edad para entonces. Antes de este filme, Orson Welles colaboró con Greg Tolland en la cinta recién descubierta. Fue una suerte que este hombre comprendiese y se arriesgase con
las continuas indicaciones del joven director, sobre todo al exprimir los contrastes y de dotarles de significado, aparte del poderío visual que otorga el blanco y el negro. Los amplios encuadres utilizados con grandes angulares proporcionan una profundidad que magnifican la escena que estamos contemplando. Incrementando el campo de visión y dotando de importancia al personaje colocado en primer plano frente al sugerente escenario donde se encuentre. La interpretación de los personajes sobresalen sobre todo por las caracterizaciones, siendo ellos mismos quienes se representan a lo largo de los años narrados en el filme. Destaca el acaparador Welles en el papel protagonista, con una sensación paralela de asociar su poderío su físico con la resuelta faceta impertinente del propio Kane. Una personalidad tan exagerada que le lleva a transformarse en un verdadero tirano. Se podría incluso apelar que termina siendo un dictador, un fascista que tiene la obligación de imponer su voluntad sobre los demás. De ahí el cambio inicial, cuando el propio Kane se ve así mismo con la necesidad de emprender su particular cruzada en defensa de los más desfavorecidos. Proponiéndose como el salvador de la gente honrada y trabajadora frente a los abusos de los poderosos. Creo que el nazismo también empezó con un discurso similar. Y la similitud es que Kane termina por llevar a cabo sus deseos por encima de la cordura, la lógica o el sentido común, para ese objetivo este megalómano tenía dinero para aburrir.



Los secundarios aumentan el resultado final, incluidas algunas apariciones tan escasas como Ray Collins, dando vida a Jim Gettys, el adversario político de Kane. Para acabar esta reseña nada mejor que volver al enigma del significado de la palabra rosebud, capullo en inglés. Desconocida para los habitantes de la película mientras que los espectadores conocen la ubicación del dibujo y la palabra en el trineo del joven Kane. ¿Una presumible falta de amor maternal? o como bien dice el periodista. "Una palabra no define una vida entera". A estas alturas que cada cual escoja su versión. Ciudadano Kane continua siendo un poderoso ejercicio visual con una gran historia detrás, sin necesidad de intentar destripar el supuesto macguffin, ni de intentar hallar una explicación a una simple palabra frente al conjunto de una obra imprescindible. 

Ciudadano Kane de Orson Welles
1941

11 de diciembre de 2013

El hobbit. Un viaje inesperado

Escribo estas líneas a principios de febrero. Mientras que su publicación en el blog será por diciembre de 2013, un acto previo al estreno de la segunda parte cinematográfica de El hobbit. Con el título de La desolación de Smaug. Como ya hice con la lectura del libro en 2012. Es posible que vuelva a ver esta película antes de acudir a contemplar la continuación de las aventuras de Bilbo y la compañía de enanos liderada por Thorin. Pero aprovecho el reciente visionado en 3D y los famosos 48 fps para desahogarme ante la nueva incursión de Peter Jackson en la Tierra Media. Y así cojo algo de fuerzas para intentar no dar portazo a esta nueva saga fílmica. Tan de moda últimamente en Hollywood.

Entrada y gafa 3D
Un viaje inesperado es una correcta película de aventuras que, sin embargo, no cumple ni con las expectativas creadas por un público fiel, deseoso de revivir la acertada adaptación anterior, ni con aquellas personas que ignoraban el mundo tolkiniano y que sin embargo disfrutaron de la magna trilogía de El señor de los anillos. Jackson ha perdido fluidez y ritmo, mantiene cierta intensidad y sentido épico pero el coctel le sale rana en una alargada película de casi tres horas de duración. Y con el metraje no pretendo sumarme al amplio volumen de críticas sobre la realización de una trilogía basado en un libro bastante corto, aun menos con el único pretexto de hacer caja, que también, porque el cine además de ser arte es negocio.

Si Jackson y sus compinches pretenden sacar tajada, lo mínimo exigible es que se ofrezca algo que merezca la pena. Y como la película es una ADAPTACIÓN puede incluir los cambios oportunos que le permitan aumentar el interés de la historia que está narrando. Cuando me leí el libro, me percaté de que la novela apuntaba muchas ideas sin desarrollar. Un ejemplo que seguro aparece en esta segunda cinta es la del personaje de Bardo. ¿Nadie protesta porque Bardo, el descendiente de los dirigentes de la ciudad del lago, apenas tenga el protagonismo que se merece en la propia novela? ¿Acaso este demérito de Tolkien no es un acierto de Jackson? Pues sí, lo es. El director suma personajes y los complementa en la historia que él nos narra en cine. Como la figura de Azog, el líder orco como principal enemigo de Thorin. Un notable acierto por parte de los guionistas de colocar la antítesis del héroe desde el principio. Sumando así una complicación más a las que se enfrentará la compañía camino de Erebor. 

Ehh, que si voy¡¡¡¡
Otro acierto de esta nueva trilogía es la introducción de la subtrama del Nigromante; en parte se hace de forma tosca y alargada en forma de bronca al mago gris, en esa extraña secuencia de cameos con Cate Blanchett y Christopher Lee, pero es un buen apoyo hacia donde apunta esta nueva saga en su tercera parte. También me gustaría destacar la personalidad de Thorin como algo positivo, el personaje transmite cierta arrogancia propia de hijo de reyes con la soberbia y cabezonería de la raza de los enanos. Incluso la probada desconfianza hacia Gandalf sobre los métodos y el rumbo a seguir. Una vez terminada está breve colección de loas y algunas consideraciones sobre la libertad que todo autor merece en esta adaptación; toca ponerse serio y sintetizar en una sola palabra la sensación que me produjo la cinta en muchos pasajes. Aburrimiento. Pues sí, aun viendo y valorando algunas virtudes, el conjunto de la película no alcanza ni la intensidad ni el interés necesario para dejarnos sentados en la butaca durante casi tres horas. Si en la anterior trilogía nos regalaron, previo pago, las versiones extendidas, en esta ocasión, espero que algún montador con cierta habilidad para el recorte meta la tijera a esta representación circense del más difícil todavía.

¿Éso es un ladrón?
Jackson se empecina en alargar secuencias sin alma o exagerar en demasía la dificultad del viaje. ¿Era necesario mostrar la habilidad virtual de los responsables de efectos especiales en el combate de las colosales rocas??? ¿Aporta algo, salvo hiperbolizar los peligros de la Tierra Media? Otro aspecto exagerado es la huida del interior de la montaña con cientos de trasgos persiguiendo a los enanos. Es el divertido momento de adaptar los famosos videojuegos de plataformas al cine. ¿Se acuerdan de Sonic y su velocidad? Pues aquí se confunde con el famoso tocino al acelerar la persecución, saltando puentes de madera, eliminando adversarios con los ítems que van recogiendo, cayendo cientos de metros para supuestamente adentrarnos en la vorágine de la epopeya. Esta claro que
la introducción del Anillo Único pedía su parte de protagonismo pero falta algo, tal vez la muerte de algún enano para aumentar el drama en un momento de bajón sentimental frente a tantas peripecias, aunque hubiera sido una herejía cambiar esa parte del libro para algunos puritanos. En cambio continuamos con más persecuciones y más correrías que llegan hasta el quinto pino. Literalmente.
 

Me estoy extendiendo, y no es normal aunque mi nivel de frikismo lo exija. El 3D sigue siendo una molestia cuando el estilo videoclipero campea a sus anchas en las batallas. Tanto movimiento brusco me incomoda aunque su finalidad siempre sea otra. Cuanto hecho de menos las trabajadas coreografías o el hábil montaje sobre los bandazos de cámaras. En cuanto a los 48 fps.... pues ni fu ni fa. Mi miopía y la leve oscuridad que aportan las gafas tridimensionales eclipsaron algo ese leve y extraño movimiento del principio. Pasados unos minutos me olvidé de la velocidad de grabación hasta bien avanzado el filme. Poca sensación en este primer pase del que solo la sabiduría del tiempo sabrá colocar en su debido lugar.


¿Qué tengo en mi bolsillo? Bilbo Bolson


4 de diciembre de 2013

Obsesión, de Elfriede Jelinek

Normalmente cuando se acaba una lectura persiste una leve sensación del deber cumplido. Satisfacción si el libro lo merece o la simple certeza de llegar al fin del trayecto. En otras ocasiones, más concretas, terminar un libro se convierte en un alivio. Como en esta ocasión, donde ha cabido la posibilidad de mandar al garete esta obra, Obsesión, de la escritora austríaca Elfriede Jelinek. Un libro tan difícil de seguir, que no tengo reparos en reconocer que me ha tocado retroceder líneas y algunas páginas para intentar entender de qué diablos me está hablando esta buena mujer. Dudo incluso si catalogar la lectura completa como una victoria, por mi tenaz constancia al concluir las 413 páginas de esta edición, o más bien como una derrota, porque seguramente me haya enterado, como dice el refrán, de misa la mitad. Y es que no es nada sencillo seguir y asimilar la verborrea constante de la autora, que mezcla el supuesto argumento principal de la novela, donde un atractivo hombre adulto se dedica a conquistar a mujeres maduras y solas para poder sonsacarlas sus bienes; con las propias alusiones personales de la autora sobre la Austria contemporánea. 

Hay pasajes donde la escritora concede mayor tiempo a la descripción de esa
historia interesada y sexual, siguiendo un cierto orden cronológico con algunos matices que saltan en el tiempo según le venga en gana. Y por supuesto, aportando su punto de vista, haciéndose pasar por una especie de narradora que transmite el argumento o simplemente metiendo baza desde su particular púlpito sobre lo que concierne a esta historia. Pero a esta pregonera de fatalidades, no le tiembla la voz en poner de vuelta y media al país donde reside: Austria. El supuesto y apacible estado alpino, que esconde las mismas calamidades que sus vecinos europeos, es duramente tratado por Jelinek a través de varios temas tan actuales como el medio ambiente, la corrupción política, la inmigración y las relaciones entre hombres y mujeres. Una crítica que podemos extrapolarla a la sociedad occidental en un ajustado ejercicio de describir el mundo que la rodea. La novela data de 2005, poco después de llegar al poder político, Jörg Haider, el líder de una formación de ultraderecha que avergonzó a media Europa, menos a los alegres votantes austriacos. Este hecho es inevitablemente requerido por la escritora en sus aparentes alegatos dentro de la obra. Citando al político en diversas ocasiones a lo largo de su libro entre otras peroratas personales sobre la susodicha sociedad austriaca.

..., y nos ha faltado tiempo para entregarnos a un nuevo Führer, voluntariamente, como si tuviésemos un año y medio de edad como mucho y no pudiésemos entender lo que nos dice. Como si no hubiese pasado nunca nada

Las inclusiones personales son una constante a lo largo de todo el libro, disimuladas en algunos momentos por la supuesta historia que nos esta narrando; recuerden, la del tipo que abre piernas femeninas y libretas de ahorro; adornado bajo las reflexiones y discursos de la autora.
 
Un ejemplo bastante extenso, es el supuesto alegato medioambiental de las montañas huecas, el turismo exagerado o la contaminación de las aguas para enlazarla con un tramo importante de la historia, en teoría principal aunque en ocasiones parezca el adorno de esta señora en cabreo constante. La narración a veces se enroca con el panfleto de turno, en una ida y vuelta de ideas que a veces exaspera y en otras engancha, por la deslenguada facilidad lingüística de Jelinek. La verborrea de la austríaca es tan directa que parece que nos lo está soltando en vivo, y en ocasiones hasta se corrige a sí misma.

 ¡Por Dios, qué mal ha quedado! Y encima es una repetición. Perdón, a menudo no me sigo a mí misma.

 Mientras que en otras se interrumpe para dirigirse directamente al lector.

No sé hacerlo mejor. Por lo menos levántese en silencio y váyanse a casa, allí seguro que habrá algún libro que lo haga mejor.

Superado el trance de si la narradora ha olvidado el uso de los puntos y aparte, queda un libro complejo y con pocas probabilidades de ser recomendado. Al principio, la lectura es bastante fatigosa, solo con paciencia uno termina por aclimatarse a esta lacerante forma de escritura, y maldita la gracia, incluso descubrir que hay tramos en los que se disfruta de ella. Sin embargo, el esfuerzo que requiere se me hace agotador, aunque reconozca el talento de esta señora para encadenar palabras y mejores ideas. Obsesión es un exabrupto perpetuo de la mente de Jelinek sobre la sociedad donde vive, sobre su país y sobre todos los generalistas que encadenan al mundo occidental a los simples datos que rigen nuestra vida.



El gendarme no cree en la leyenda que dice que, cuando uno mata a seres humanos, éstos vuelven como seres perdidos, pues, según dicen, la muerte no tolera que alguien se anticipe a sus planes.

Elfriede Jelinek
Ed. El Aleph