17 de octubre de 2013

Los 400 golpes


En 1959 se estrenaba en la dirección un tipo llamado Francois Truffaut con una película que con el tiempo se ha convertido en parte del génesis de la denominada Nouvelle Vague, una importante corriente cinematográfica que aglutinó a diversos directores franceses, y con un fuerte impacto posterior en todo el cine europeo. Los 400 golpes proporcionó además el premio a mejor director en el festival de Cannes al debutante Truffaut. Logrando de este modo cierta repercusión cinematográfica con su ópera prima. También en este festival se estrenó Hiroshima, Mom amour, de Alain Resnais. La otra película de referencia en el nacimiento de esta nueva ola a pesar del desconocimiento personal entre ambos directores.


Identidad

La película narra la deriva de su protagonista, el joven Antoine Doniel, hacia el conflicto, el desapego y a un empujón forzado hacia la madurez de un chico que soporta su propia indisciplina junto a la complicidad familiar y la social. El joven protagonista es un muchacho sin suerte en el colegio, donde un severo profesor intenta ejercer un férreo control entre su alumnado. Tampoco la diosa fortuna le sonríe en otro frente, el ambiente familiar, en especial a una madre presentada como el primer atisbo de inestabilidad y a un supuesto padre más conciliador con su retoño. Sin embargo la vida encierra algunas zancadillas que pueden provocar una serie de caídas sino se cuenta con el apoyo necesario, tanto para no caer como para poder levantarse de nuevo. Más o menos de eso trata Los 400 golpes, canalizados en el joven protagonista, quien encadena una serie de continuos reveses de la vida que su precoz mente apenas puede ubicar en la dirección correcta. La película tiene la facultad de arrancar en el momento justo, cuando la vida del Doniel va a cambiar considerablemente, al transformarse en un buscavidas y tratado como un adulto pese a su corta edad. A lo largo del metraje aparecen otros matices importantes que han sido omitidos en el arranque, información importante y que aparece con cuentagotas para obligar al espectador a participar en la historia que nos propone Truffaut.

Obviamente se nos sitúa del lado del joven protagonista para acompañarle sobre las decisiones que va tomando, según van apareciendo los escollos a superar. Normalmente yerra en sus propósitos con la particularidad infantil de no hallar la
ayuda externa que le lleve a la senda correcta. Doniel intenta mejorar por su propio pie, pero sus pasos están previamente marcados por el ciego mundo de los adultos que apenas pueden valorar lo que ven delante. Todos hemos sido niños alguna vez y quien más, quien menos, ha sufrido alguna injusticia por parte de los adultos, reacios a reconocer un error propio o previamente posicionados frente a la caprichosa o fantasiosa mente infantil. Doniel se ve incapaz, por ejemplo, de delatar a su propia madre cuando la sorprende con el hombre equivocado. Tampoco le será fácil manejarse en su intento de madurar y ganarse la vida por su cuenta. A fin de cuentas no deja de ser un niño que roba algo tan básico como una botella de leche. Y todo ello pese a contar con la inestimable ayuda de su amigo René, el meritorio y ejemplar escudero de nuestro héroe, un niño rico en lo material pero tan perdido y abandonado por sus padres como la casona o la vieja imprenta donde pretende ocultar a su amigo. La amistad entre ambos es al menos la llama de la esperanza que muestra Truffaut en su denuncia social de mostrar el camino perdido de cierta generación de jóvenes franceses.

La película cuenta con ciertas dosis de autobiografía, Truffaut también tuvo una infancia compleja y fue criado mayormente por su abuela, igual que el protagonista de su cinta. Dejando a un lado los paralelismos personales que puedan tener su importancia, aunque tampoco es necesario conocer estos detalles para el público en general. Los 400 golpes han hecho mella en Doniel, al personaje principal solo le queda cumplir sus pequeños sueños tras ver como se le van cerrando puertas continuamente. Para ello nada mejor que echarse a la carrera para avanzar y dejar atrás los vaivenes del pasado. El futuro del protagonista se presenta tan frágil como las huellas en el mar. Aunque sea sencillo por algo se empieza, y ese tal vez sea el mejor rumbo.  

 

Los 400 golpes de Francois Truffaut

1959

3 de octubre de 2013

Muerte en la rectoria

El debut en la escritura de Michael Innes tiene una curiosa historia paralela, ya que el autor fue desarrollando esta obra durante el amable trayecto entre la ciudad inglesa de Liverpool y la australiana de Adelaida. Un extenso peregrinaje a través de los rápidos medios de transporte de principios del siglo XX. Esta particular odisea permitió al antiguo profesor plantear una trama policíaca clásica. Un asesinato que se lleva a cabo en extrañas circunstancias dentro de un ambiente cerrado, donde los sospechosos esconden y plantean diferentes enigmas para que el necesario inspector, de pensamiento clarividente, resuelva el entramado de pistas falsas y verdaderas. Nada relevante contiene Muerte en la rectoría, salvo el buen gusto de la escritura británica que suele acompañar a este tipo de obras. Innes no se queda atrás respecto a otros autores similares en temática, la mas conocida sin duda la de Agatha Christie, pero su modélico libro del género apenas aporta un leve detalle que lo diferencie de otros sagaces inspectores. El protagonista es el inspector de Scotland Yard, Mr. Appleby, quien sigue los cánones clásicos del investigador particular que prefiere utilizar la psicología para hallar al culpable.

El soso protagonista perspicaz que plantea Innes, será superado por unos oponentes más atractivos desde el punto de vista novelesco. Básicamente en los matices que enriquecen a los personajes, estos matices se encuentran más ubicados en el resto del plantel que en el joven inspector de policía. De este modo Appleby se convierte en un simple narrador omnisciente que nos traslada al lugar de los hechos, le acompañamos en su investigación y de vez en cuando nos suelta algún chascarrillo que ameniza la lectura. Pero nada de profundidad, ni de conocimiento del protagonista mismo. Tampoco destaca este aspecto en novelas similares pero, para ser el protagonista, no estaría de más indagar en motivaciones más personales o interiores del mismo. 

La clásica estructura cerrada se encuentra ambientada en la ficticia facultad de San Antonio, donde todo parece indicar que alguno de sus insignes profesores puede ser el asesino del rector. La batalla esta planteada, Appleby se verá obligado a participar en diversos combates dialécticos donde la inteligencia de los profesores tendrá que ser respondida de igual forma por el agente de policía. En este caso el apartado más destacado del libro sea la inclusión del profesor Gott, donde se propone además que es un afamado escritor de novelas policíacas y que utiliza un seudónimo para proteger su perfil profesional. La inclusión de este personaje se contrapone con la supuesta "realidad" del crimen cometido en la facultad y claro está, se comparan ambos universos para intentar reforzar la realidad descrita por Innes frente a las propuestas ficticias de Gott en su intento de ayudar al inspector.  

La novela podría ser catalogada como entretenida y recomendada para incondicionales del género. Ofrece lo que es, una complicada investigación donde se acumula tal cantidad de datos que exaspera enumerarlos, o siquiera intentar deducir y discernir cuales pistas son falsas, verdaderas, inútiles o llevadas al estúpido azar. No importa, el autor ya tenía previsto la solución en un estrambótico final con el único propósito de sorprender al lector con fuegos de artificio. Es el único fin, tanta historia y tanto rollo para que todo se resuelva a través de la exposición del investigador, el mesías policíaco que hallará la luz en la tiniebla más espesa entre las declaraciones de los sospechosos. Novedoso el final no es desde luego. ¿Acaso este tipo de novelas no pueden salir de este clásico marco de resolución del caso? 

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"Señor rector, puede usted felicitarse de que se necesiten dos para realizar un asesinato, porque es usted una víctima ideal". Después de escuchar esta declaración, Slotwiner se retiró al antecomedor llevándose las tostadas con mantequilla. Appleby se preguntó si se las habría comido.


Muerte en la rectoría
Michael Innes
Ed. El País. Serie Negra

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Agatha Christie